viernes, 8 de mayo de 2009

LA REVOLUCION DE LA IGLESIA: OTRA VEZ?


Desde su inicio, la Iglesia Católica ha mantenido que el individuo —en el proceso de su realización y búsqueda de felicidad en la tierra— tiene dos caminos a seguir. Por un lado, el camino de la familia, aquella compuesta por el papá, la mamá y los hijos. Y por la otra, la ruta de ocuparse en cuestiones socio-religiosas; es decir la “gran” familia de Dios. Esta última está ejemplificada por la vida comunitaria de Jesús de Nazaret.
De manera que no fue Jesús quien institucionalizó la castidad y el celibato en la Iglesia Católica, sino fue una ordenanza del papado en Roma. De haber sido lo contrario, todas las iglesias de denominación cristiana estarían practicando la abstinencia sexual y el celibato. Está claro que no es así. Por tanto, la castidad y el celibato son consecuencias de una decisión humana y no celestial, y como tal, entonces, debe ser encarado con todos sus prejuicios y bondades.
Históricamente, estas dos exigencias se instauraron a muy temprana edad de la Iglesia. Cuando se inició, tuvo bastante éxito durante la Época Feudal, debido, en parte, a que la religión era parte inmanente del gobierno político. Familias importantísimas de ese periodo ordenaban a sus hijos a tomar parte de la jerarquía católica. Esto continuó en América Latina durante el periodo colonial e inicios de la época republicana. Aquí también, familias potentadas y ricas (gente decente) buscaron afanosamente la vinculación de sus hijos dentro de los seminarios católicos. Tener a un miembro religioso (cura) era un prestigio para la familia. El sesgo conservador del periodo Feudal, primero, y de la Colonia después, permitieron la práctica de la castidad y el celibato en la Iglesia sin aparentes problemas mayores.
Sin embargo, las actuales características de nuestra sociedad hacen difícil la tarea de los curas y monjas. Primero, a diferencia del pasado el Estado político de hoy se antepone a la institución religiosa. Es decir, las leyes religiosas se rigen bajo las leyes del derecho positivo (de la gente). Por eso, hoy la Iglesia Católica del condado de Orange tuvo que indemnizar a los individuos que fueron afectados sexualmente. Luego, tenemos hoy a una sociedad altamente influenciada por la cultura de Hollywood y a una economía determinada por el capitalismo. Los temas sexuales, de violencia y con un contenido morboso (i.e. el Show de Jerry Springer, Laura, programas de citas amorosas como “Blind Date”, Elimidate”, etc.), la moda, belleza, son altamente visibles en la televisión y en algunos semanarios de la prensa escrita.
En todo caso, existen más libertades en nuestra sociedad que en otras del pasado. Estas libertades, obviamente, se expresan en la vida misma de los individuos. Así, en medio de este tipo de sociedades abiertas, las instituciones religiosas que promueven la castidad y el celibato, se encuentran dentro de un panorama lleno de contradicciones. Los sacerdotes y monjas tienen que hacer un esfuerzo sobre humano para mantener sus votos “profesionales” intactos. Para la mayoría es una lucha constante. Muchos son víctimas de las tentaciones sexuales y otros vicios societales.
El Caso Podestá: Fuente: Clarin: http://www.clarin.com/diario/2000/06/24/s-05203.htm
Fue una historia de amor tan osada para la época que superó la audacia de los autores de entonces. Aún hoy sacudiría a propios y extraños. De hecho, pasaron muchos años hasta que finalmente la situación se colocó con fuerza en una famosa película: El pájaro canta hasta morir. Porque Jerónimo Podestá, al confesar su amor por su secretaria, Clelia Luro, actualizó —¡y cómo!— la polémica eterna sobre el celibato sacerdotal. Se entiende: cuando confirmó su decisión de vivir en pareja con Clelia, allá por 1967, Podestá era el obispo de Avellaneda. Por eso debió dejar el obispado.
Ayer, a los 79 años, al apagarse su vida debido a un infarto, acompañado por su amada Clelia, confirmó el título del filme. El también cantó hasta morir.
Pero su vida fue mucho más que un escándalo. Porque no fue sólo la confesión de un amor prohibido. En todo caso, su espectacular revelación fue el hecho más impactante de una vida entregada con firmeza y valentía a sus convicciones: la defensa de la dignidad de los pobres y la lucha por el celibato sacerdotal opcional, como que llegó a presidir una Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados.
Por lo pronto, Jerónimo fue desde siempre un sacerdote intelectual y humanamente sobresaliente. Lo reconocían anoche a Clarín empinados sacerdotes que lo conocieron. Nacido en Ramos Mejía un 8 de agosto de 1920, egresó 26 años después del seminario de La Plata. Licenciado en derecho canónico y teología, también estudio en la Universidad Gregoriana de Roma y llegó a ser un teólogo destacado. "Jerónimo era más que un experto en teología, fue un creador de teología, de una bondad enorme", lo describió una fuente eclesiástica.
Amistades
Camarada del cardenal Raúl Primatesta y de monseñor Jorge Mejía, actual director de la biblioteca vaticana, Podestá cultivó una entrañable amistad con los cardenales Eduardo Pironio y Antonio Quarracino, afecto recíproco que prosiguió aun después de que aquél renunció al obispado de Avellaneda. Paralelamente, comenzó a eregirse en una voz decidida y potente para denunciar las injusticias sociales y apoyar el compromiso de los sacerdotes con las reivindicaciones populares, en tiempos de creciente agitación política.
Tanto fue así que se afirma que el entonces gobierno militar, encabezado por el general Juan Carlos Onganía, aceleró el desplazamiento de Podestá del obispado y su camino al exilio eclesiástico. Otros, en cambio, creen que la Casa Rosada sólo se limitió a esperar, restregándose las manos, la caía del "obispo rojo". Eran tiempos en los que Podestá vaticinaba, con singular clarividencia, que "se venían tiempos muy duros para la dignidad humana", en alusión a la represión de Estado que se desató en el país varios años después, tras el golpe de 1976.
Pero el desagrado que su figura producía en los sectores militares y de la derecha política no acabarían con su salida del obispado. En 1974, Podestá, luego de ser amenazado por la Triple A, debió dejar el país, junto con Clelia y las seis hijas del primer matrimonio de ella. En 1978, regresó al país, pero sólo por unos meses, ya que no era persona grata para las autoridades militares. París, Roma, México y Perú, se contaron entre sus lugares de exilio. Finalmente, pudo volver a radicarse definitivamente en el país en 1983, con el retorno de la democracia.
Paralelamente, Podestá siempre siguió reivindicando su condición sacerdotal, que, de hecho, nunca se pierde. Así, declaró en 1996: "Sin la menor duda, yo tengo la formación tradicionalísima de la Iglesia, que dice: tu eres sacerdote para siempre. Lo primordial es esa elección interior: ¡Yo quiero ser sacerdote!. ¿Y por qué? Porque quiero enseñar el bien, la enseñanza de Jesucristo". Y, pese a que fue suspendido "ad divinis" en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, Podestá no se daba por vencido: "Celebró misa en el patio de mi casa", solía decir.
Pero admitía que debía "suplir una laguna" eclesiástica como el celibato sacerdotal. Por eso, cuando su caso salió a la luz, viajó a Roma para exponer su caso ante el papa Paulo VI. Pero no lo logró: quería ir a la audiencia con Clelia. A poco de regresar al país desilusionado —"En el Vaticano, en vez de hacerme retroceder en mi actitud, me empujaron", dijo—, el entonces nuncio, Humberto Mozzoni, le pidió la renuncia. Lo que hizo luego de pensarlo unos días.
Empero, su suspensión no implicó que perdiera su condición de obispo. Nunca fue excomulgado ni "reducido al estado laical", con lo que hubiera perdido las exigencias del sacerdocio. Pero, sobre todo, no perdió el reconocimiento como luchador. Por eso, sus restos eran velados ayer en la Legislatura porteña. Y serán sepultados hoy en el cementerio El Campanario, en el cruce de las rutas 36 y 2, en el partido de La Plata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.