sábado, 29 de octubre de 2016

Populismo

El populismo surge como resultado de la crisis de la democracia moderna; se trata de una cultura política caracterizada por hábitos autoritarios, mediaciones clientelares, valores anticapitalistas, símbolos nacionalistas, personajes carismáticos, instituciones estatistas y actitudes que exaltan al pueblo. Según Salamanca (2006) el caldo de cultivo del populismo es la pobreza que incentiva el surgimiento del líder populista, el que a su vez no ataca el fondo de los problemas y se genera más pobreza, por lo que se crea un círculo vicioso pobreza-populismo como esencia de la naturaleza política latinoamericana.
Entre todas estas características existen dos de ellas que diferencian el populismo de la democracia: el imperio de la ley como valor político fundamental y la legitimidad democrática Además en el populismo, existe manipulación de la información por los medios de comunicación, lo cual de alguna manera solapa la ineficiencia e ineficacia de las instituciones.
A diferencia del populismo, donde para el partido es fundamental el compromiso que se cree con éste, para la democracia es fundamental los partidos o sistemas de partidos democráticos. El liderazgo populista no respeta las reglas del juego democrático, y las manipula según sus intereses; de igual forma viola los compromisos contraídos con los ciudadanos, y se aprovecha de la ineficiencia de las instituciones de la democracia representativa; todo lo que va en detrimento de la consolidación democrática.
En la democracia, por el contrario la gente gobierna, a través de todas las nociones presentes en el concepto de ciudadanía, mientras que en el populismo rara vez se le otorga este poder a la gente, sino más bien son los líderes populistas y las élites que lo rodea quienes ejercen “en nombre del pueblo” ese poder. Bajo estas condiciones es cierta la premisa que considera necesario algún grado de populismo para lograr el gobierno de la gente, aun cuando efectivamente no sea la gente quien gobierne.
Tal como establece De la Torre (2013), el riesgo de que los regímenes populistas disminuyan el espacio democrático está presente pero, a su vez, estos intentos son frenados por la sociedad civil y por las instituciones democráticas. No se trata de contradicciones ni antagonismos en síntesis muchos regímenes populistas lo que buscan es incrementar la participación y la inclusión de los históricamente excluidos.
Existen en la ciencia política visiones que entienden el populismo como un peligro para la democracia, que puede llevar a la conformación de regímenes autoritarios; sin embargo hay quienes lo analizan como un movimiento que democratiza los sistemas institucionales excluyentes. (De la Torre, 2013).  El neopopulismo es definido como una estrategia política para llegar al poder o ejercerlo con la que líderes personalistas buscan el apoyo directo no mediado ni institucionalizado de un gran número de seguidores.
Los líderes populistas no han sido socializados en las reglas del juego democrático y en la política parlamentaria del compromiso. Surgen en contextos de crisis de los partidos y de las instituciones políticas, sobre todo del Parlamento y llegan al poder con el mandato de terminar con el dominio de los políticos tradicionales y de refundar la democracia.
Basado en lo anteriormente señalado para algunos autores el populismo es en realidad una innovación de la democracia que se asienta en el compromiso con la justicia social y en políticas económicas y sociales que ponen fin al neoliberalismo. El Estado tiene un papel central en el control de los recursos naturales, en la distribución del ingreso y en la protección de los más pobres y vulnerables. Se han democratizado convocando asambleas constituyentes participativas para revertir el déficit de la democracia liberal y se redactaron nuevas constituciones que expandieron los derechos y establecieron modelos de democracia participativa, como es el caso de Venezuela.
Sin embargo, los partidarios de la democracia liberal que garantiza los derechos de la oposición, el pluralismo y las libertades civiles, tienen una evaluación diferente argumentando que los gobiernos populistas son autoritarios pues concentran el poder en el Ejecutivo, construyen a los opositores como enemigos malignos que atentan en contra de los intereses del proceso revolucionario, están en guerra con los medios privados de comunicación y las elecciones se dan en condiciones que favorecen a quienes están en el poder sin dar las mismas garantías a la oposición. (Levitsky y Loxton, 2013).
A pesar de estas críticas, hay que tomar en consideración los aspectos incluyentes y democratizadores que se han dado en estos gobiernos. El concepto de pueblo es central en la manera en que el populismo entiende la democracia. El discurso populista construye al pueblo y a las élites como polos antagónicos. Los líderes populistas dicen encarnar los deseos y virtudes del pueblo, prometen devolverle a este el poder y redimirlo del dominio de élites políticas, económicas y culturales. Pero como se señala en Filosofía, el pueblo es uno de los conceptos más usados y abusados en la historia de la política.




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