El populismo surge como
resultado de la crisis de la democracia moderna; se trata de una cultura
política caracterizada por hábitos autoritarios, mediaciones clientelares,
valores anticapitalistas, símbolos nacionalistas, personajes carismáticos,
instituciones estatistas y actitudes que exaltan al pueblo. Según Salamanca
(2006) el caldo de cultivo del populismo es la pobreza que incentiva el
surgimiento del líder populista, el que a su vez no ataca el fondo de los
problemas y se genera más pobreza, por lo que se crea un círculo vicioso
pobreza-populismo como esencia de la naturaleza política latinoamericana.
Entre todas estas
características existen dos de ellas que diferencian el populismo de la
democracia: el imperio de la ley como valor político fundamental y la
legitimidad democrática Además en el populismo, existe manipulación de la
información por los medios de comunicación, lo cual de alguna manera solapa la
ineficiencia e ineficacia de las instituciones.
A diferencia del populismo,
donde para el partido es fundamental el compromiso que se cree con éste, para
la democracia es fundamental los partidos o sistemas de partidos democráticos.
El liderazgo populista no respeta las reglas del juego democrático, y las
manipula según sus intereses; de igual forma viola los compromisos contraídos
con los ciudadanos, y se aprovecha de la ineficiencia de las instituciones de
la democracia representativa; todo lo que va en detrimento de la consolidación
democrática.
En la democracia, por el
contrario la gente gobierna, a través de todas las nociones presentes en el
concepto de ciudadanía, mientras que en el populismo rara vez se le otorga este
poder a la gente, sino más bien son los líderes populistas y las élites que lo
rodea quienes ejercen “en nombre del pueblo” ese poder. Bajo estas condiciones
es cierta la premisa que considera necesario algún grado de populismo para
lograr el gobierno de la gente, aun cuando efectivamente no sea la gente quien
gobierne.
Tal como establece De la Torre (2013), el riesgo de que los regímenes
populistas disminuyan el espacio democrático está presente pero, a su vez,
estos intentos son frenados por la sociedad civil y por las instituciones
democráticas. No se trata de contradicciones ni antagonismos en síntesis muchos
regímenes populistas lo que buscan es incrementar la participación y la
inclusión de los históricamente excluidos.
Existen en la ciencia
política visiones que entienden el populismo como un peligro para la
democracia, que puede llevar a la conformación de regímenes autoritarios; sin
embargo hay quienes lo analizan como un movimiento que democratiza los sistemas
institucionales excluyentes. (De la Torre, 2013). El neopopulismo es definido como una
estrategia política para llegar al poder o ejercerlo con la que líderes
personalistas buscan el apoyo directo no mediado ni institucionalizado de un
gran número de seguidores.
Los líderes populistas no
han sido socializados en las reglas del juego democrático y en la política
parlamentaria del compromiso. Surgen en contextos de crisis de los partidos y
de las instituciones políticas, sobre todo del Parlamento y llegan al poder con
el mandato de terminar con el dominio de los políticos tradicionales y de
refundar la democracia.
Basado en lo anteriormente
señalado para algunos autores el populismo es en realidad una innovación de la
democracia que se asienta en el compromiso con la justicia social y en
políticas económicas y sociales que ponen fin al neoliberalismo. El Estado
tiene un papel central en el control de los recursos naturales, en la
distribución del ingreso y en la protección de los más pobres y vulnerables. Se
han democratizado convocando asambleas constituyentes participativas para revertir el déficit de la democracia liberal y se redactaron nuevas constituciones que
expandieron los derechos y establecieron modelos de democracia participativa,
como es el caso de Venezuela.
Sin embargo, los partidarios
de la democracia liberal que garantiza los derechos de la oposición, el
pluralismo y las libertades civiles, tienen una evaluación diferente
argumentando que los gobiernos populistas son autoritarios pues concentran el
poder en el Ejecutivo, construyen a los opositores como enemigos malignos que
atentan en contra de los intereses del proceso revolucionario, están en guerra
con los medios privados de comunicación y las elecciones se dan en condiciones
que favorecen a quienes están en el poder sin dar las mismas garantías a la
oposición. (Levitsky y Loxton, 2013).
A
pesar de estas críticas, hay que tomar en consideración los aspectos
incluyentes y democratizadores que se han dado en estos gobiernos. El concepto de pueblo es central en la
manera en que el populismo entiende la democracia. El discurso populista
construye al pueblo y a las élites como polos antagónicos. Los líderes
populistas dicen encarnar los deseos y virtudes del pueblo, prometen devolverle
a este el poder y redimirlo del dominio de élites políticas, económicas y
culturales. Pero como se señala en Filosofía, el pueblo es uno de los conceptos
más usados y abusados en la historia de la política.