sábado, 8 de agosto de 2009

Modelo Socialista de Producción

RASGOS FUNDAMENTALES PARA LA PROPUESTA
DEL MODELO SOCIALISTA DE PRODUCCIÓN
EN LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
EN SU TRANSICIÓN HACIA EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

Texto recopilado del “Manual de Marxismo-Leninismo”, ampliado, adaptado y actualizado para la Corriente Socialista de Carabobo / Escuelas del Poder Popular / PSUV / Blogueros y Corresponsales de la Revolución.

El paso del capitalismo al socialismo termina cuando la propiedad social se ha afirmado en todos los sectores de la economía. El socialismo se desarrolla ahora apoyándose en la gran industria planificada y de alta tecnología como cadena de producción, unida a la agricultura mecanizada colectiva. La propia sociedad, los propios trabajadores se colocan en condiciones de planificar y regular el proceso de producción en la escala de toda la economía nacional del país.

Bajo el capitalismo, una producción más o menos planificada puede organizarse sólo dentro de una empresa, o todo lo más dentro de un monopolio. Pero se trata de unos planes que constantemente se ven trastrocados por la anarquía de la producción que reina en toda la economía nacional. El Socialismo permite la dirección planificada de todo el mecanismo de producción social tomado en su conjunto; como está planteado en las líneas generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación “Simón Bolívar” 2007 – 2013.

Adviene una nueva época: la época de la economía planificada. El volumen de la producción social, la estructura de ésta, la distribución del trabajo y de los medios de producción entre los sectores de la economía, los precios de las mercancías, las proporciones del salario: todo esto deja de ser regido por procesos elementales capitalistas. La propia sociedad los planifica, con vistas a dar la satisfacción más completa a las necesidades de sus miembros y en solidaridad con nuestros hermanos Latinoamericanos y del Caribe; al obtener suficientes excedentes de producción.

Esto no significa, sin embargo, que en el terreno económico pierdan su vigor las leyes objetivas.
Todo lo contrario, para que la dirección consciente de la economía alcance su eficacia máxima, la sociedad socialista ha de guiarse por planificaciones de la economía como el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación “Simón Bolívar” 2007 – 2013 y organizar su economía en consonancia con los nuevos tiempos.

Las leyes de la nueva formación económica tardan en ser dominadas. Se requiere experiencia y tiempo para que la sociedad en vía hacia un Estado socialista, conozca las leyes de su propio desarrollo y aprenda a utilizarlas en interés de ella misma.

Se comprende la responsabilidad que en estas condiciones recae sobre los órganos dirigentes del cuerpo social organizado en Consejos Comunales, Comunas y Consejos de trabajadores, como también del Partido Socialista Unido de Venezuela como de los organismos constituidos del Estado.

Hay que aprender el arte de dirigir el complejo organismo económico y planificar toda la producción social de tal suerte que queden asegurados su incremento continuo y el constante ascenso del bienestar de todo el pueblo.


LA PROPIEDAD SOCIAL Y SUS FORMAS

Marx consideraba que el modo como se unen los elementos fundamentales del proceso de producción “fuerza de trabajo y medios de producción” constituye la base de todo régimen social.

En el Socialismo, esos elementos están unidos de tal manera que los propios hombres y mujeres que participan en la producción, son dueños colectivamente de los medios de trabajo que emplean. Esto elimina por completo la posibilidad de que los medios de producción se conviertan en instrumento de explotación de una parte de la sociedad por otra. Como condueños de la propiedad social y copartícipes del proceso social de producción, todos los hombres y mujeres son iguales y estructuran sus relaciones en un plano de amistosa colaboración y ayuda mutua.

La propiedad social corresponde en el Socialismo al nivel alcanzado por el desarrollo de las fuerzas productivas. En virtud de esto, dicha propiedad ofrece ciertos rasgos y características que son propios del Socialismo del Siglo XXI, o primera fase hacia la sociedad Socialista. La experiencia de las democracias populares nos dice que la propiedad social presenta dos formas: de todo el pueblo (cogestión/estatal) y Cooperativas; pero en el Socialismo del Siglo XXI de la Revolución Bolivariana; en ese transito hacia el Socialismo se prevé que el Estado deberá fomentar y proteger de manera preferencial, el desarrollo de los siguientes tipos de propiedad:

a. Social indirecta, o Estatal, en donde se entiende que el Estado representa los intereses de toda la nación.

b. Social directa, o Comunal, que es ejercida de manera directa por las comunidades organizadas, a través de los Consejos Comunales o mancomunidades de Consejos Comunales, a escala local, regional o nacional, otras formas del Poder Popular, que expresen de manera genuina los intereses del Poder Constituyente.

c. Mixta, entre el Estado, y los Consejos o mancomunidades de Consejos Comunales y las empresas cooperativas o de propiedad privada, en cualquiera de sus combinaciones, con la limitante que nunca la participación de la propiedad privada o cooperativa, de forma aislada o conjunta, puede ser superior a la de la propiedad social directa e indirecta sumadas.

d. Cooperativa, que se posee por sus asociados y asociadas, se gestiona de acuerdo a los principios y valores universales del cooperativismo elaborados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), es propiedad colectiva, de ingreso abierto y patrimonio irrepartible. Reciben el apoyo del Estado y son exoneradas de impuestos solamente aquellas que se integran a las redes y cadenas socialistas de producción, distribución, intercambio y consumo; y que destinan parte de sus excedentes a obras y actividades de beneficio social o comunitario.

e. Familiar, sobre la vivienda y medios de producción o de consumo de uso familiar.

f. Personal, sobre los bienes de uso y consumo de los ciudadanos.

g. Propiedad Privada de los medios de producción. También podrá existir, pero subordinada a los intereses estratégicos socialistas de la Nación.

El modelo de transición y las características de la economía en conjunto, deben crear las mejores condiciones para la construcción de una Economía Socialista con participación protagónica del pueblo. Para esto, el modelo debe garantizar que el sector capitalista se subordina al Socialista, el cual, con el apoyo preferencial del Estado, en el marco jurídico de la Constitución Nacional, debe crecer y fortalecerse de manera progresiva.


LA PROPIEDAD ESTATAL EN EL SOCIALISMO.

La propiedad estatal socialista, decíamos ya, surge por la nacionalización de la gran industria, los transportes y los bancos, y por la confiscación de las tierras de los grandes propietarios terratenientes que el Estado Revolucionario ha llevado a cabo hasta ahora.

El posterior progreso de la economía conduce a un rápido incremento del sector estatal. Lo que fue nacionalizado después de la toma del poder político de la Revolución Bolivariana se convierte en una parte muy reducida de los medios de producción de que dispone la sociedad socialista.

Todo lo demás es creado posteriormente por el pueblo en el proceso de construcción del socialismo. Por ejemplo, si todas estas empresas hacen lo que deberían hacer; los principales fondos de producción de la industria se podrían incrementar en 30 veces. Por tanto, la propiedad nacionalizada tendría la oportunidad de desplazar a la privada del monopolio de la producción de los bienes y servicios que la colectividad necesita.

Lenin indicó que la dificultad principal no estaba en la confiscación de los medios de producción a la burguesía:

"La organización del cómputo (decía), el control de empresas gigantescas, la transformación de todo el mecanismo económico estatal en una gran máquina, en un organismo que funcione de tal modo que cientos de millones de personas se gobiernen por un mismo plan: tal es la gigantesca tarea de organización que ha caído sobre nuestros hombros."

Después de la nacionalización; la industria, los transportes, los bancos y toda aquella industria que represente los intereses colectivos de toda la nación y que asegure su soberanía y el autoabastecimiento sustentable; siguen siendo empresas sueltas y dispersas. Se requiere tiempo y grandes esfuerzos para formar con ellas un todo armónico y sujetar su funcionamiento a un plan único centralizado. Esta tarea es cumplida durante el período de transición. La gran producción socialista, extendida a todo el país y dirigida desde un centro, presenta unas ventajas con las que el capitalismo no puede soñar siquiera.

La propiedad de todo el pueblo es en el socialismo propiedad estatal, puesto que la sociedad, como conjunto al que pertenecen los medios de producción, se haya en esta fase representada por el Estado. Este, en nombre de la sociedad, dirige la producción social como un proceso único.

El Estado pone los medios de producción a disposición del pueblo cada empresa o industria, aunque conservando la propiedad de los mismos. Cuando decimos que bajo el socialismo los hombres orientan conscientemente su desarrollo social, ello significa que lo hacen a través del Partido, los Consejos de trabajadores, los Consejos Comunales organizados en Comunas productivas y del Estado, los cuales cumplen el papel de dirigentes y organizadores de la economía socialista.

DEFORMACIONES REFORMISTAS DE LA ESENCIA DE LA PROPIEDAD SOCIAL

La última moda de los reformistas es presentar el incremento de la “propiedad estatal” y del “sector estatal” de la economía de los procesos socialistas, como una manifestación de centralismo burocrático. La propiedad estatal no es para ellos más que una fuente de deformaciones burocráticas y para el aprovechamiento ilícito de recursos financieros, donde los cambios solo son para dejar todo como está.

¿Qué proponen en lugar de la propiedad estatal o de todo el pueblo?

En su lugar, llevan a primer plano diversas formas de propiedad de grupo: Cámara Municipal de Productores, las Cooperativas “oportunistas” de contratos con empresas del Estado, los Consorcios, Federaciones o Asociaciones de Empresarios Locales o agrupados nacionalmente.

A primera vista habría quien creyese que esto es también socialismo. Pero en realidad se trata de un anarcosindicalismo pequeñoburgués empresarial; inconsistencia ésta, del cual quedó ya demostrada por los fundadores del marxismo-leninismo y ha sido confirmada por toda la experiencia de la historia. La necesidad de la propiedad social en su forma estatal no es fruto de lucubraciones vanas de nadie, sino consecuencia directa de las tendencias de desarrollo de las modernas fuerzas productivas progresistas en el mundo.

Los Socialistas se limitan a expresar lo que es propio de dichas tendencias: “En cualquier país capitalista desarrollado, las leyes del incremento sucesivo de las fuerzas productivas exigen la conversión de la economía nacional en un organismo único y completo dirigido desde un centro”.

Sin embargo, sólo el socialismo puede dar satisfacción a las necesidades maduras de las fuerzas productivas y crear un organismo económico realmente único y completo dirigido por el Estado; quien es el que tiene todo el diagnóstico de necesidades, fortalezas y avances de toda la nación.

Los precursores de los modernos anarcosindicalistas tomaban sus nociones del pasado. Idealizaban el trabajo de las colectividades inconexas que, en sus formas más primitivas, existió en la cerrada economía natural campesina y en la pequeña producción mercantil de los artesanos. Sus teorías eran una utopía reaccionaria dirigida contra el socialismo científico. Estas ideas, aun modernizadas y renovadas, representan también hoy en día una utopía reaccionaria.

La clase obrera no puede aceptar tales planteamientos. El socialismo es producto de la gran producción social. La salvación del yugo de los monopolios y de las grandes transnacionales no está en el retorno a la pequeña producción dispersa y dividida, sino todo lo contrario, es el paso a una producción social aún más grande y centralizada subordinada al poder de los trabajadores.

¿Es posible, acaso, cuando nos encontramos con una gran producción maquinizada con tecnología de punta y tecnificada en su metodología de procesos; construir el Socialismo sobre la base de inconexas cooperativas, comunidades y Consejos de trabajadores, sin quebrantar los cimientos de un proceso de producción que se apoya en la técnica más moderna?

Resulta obvio que no es posible. Bajo la dominación de la gran propiedad privada es imposible evitar el predominio de los intereses locales sobre los generales. Cada una de las empresas trabaja a ciegas, sin tomar en consideración las necesidades conjuntas de la economía nacional. El resultado de esto es uno, de ordinario; no obstante haber sido suprimida la propiedad privada de los capitalistas, la anarquía de la producción levanta de nuevo cabeza. De nuevo aparecen constantes desproporciones que ha de "equilibrar" el mercado especulativo en las aguas turbias de la especulación y del mercado, con sus elementales fluctuaciones, y renacen inevitablemente los elementos capitalistas.

En relación estrecha con esta negación del papel de la propiedad estatal se encuentran los ataques de los reformistas contra la función de organización económica del Estado Socialista, y en particular contra la planificación por parte del Estado. Los reformistas pretenden presentar el Estado Socialista como una excrescencia burocrática en el cuerpo de la sociedad, que frena el libre desarrollo económico y el libre mercado. Mas esta deformación del papel del Estado Socialista que nos brindan, no prueba sino su resistencia a comprender los vínculos orgánicos que existen entre el nuevo papel del Estado Bolivariano y el imperio de la sociedad Revolucionaria Socialista; y también con el carácter específico de la acción de las leyes económicas del Socialismo.

Cuando el Estado actúa como representante de la sociedad como un todo, lógicamente, él y sus órganos centrales han de determinar, en nombre y en consulta participativa de la sociedad, la orientación, las proporciones y el ritmo de desarrollo de la economía nacional. Sólo a través de la labor del Estado Bolivariano se convierten en realidad todas las posibilidades objetivas y ventajas que el Socialismo presenta.

En este problema se revela también la esencia pequeño burguesa del reformismo. Con el socialismo se consigue, por fin, subordinar la vida económica al control consciente y participativo de la sociedad, lográndose así un ascenso acelerado del bienestar general; pero los reformistas tiran hacia atrás, hacia los tiempos del "libre juego" de las fuerzas económicas, el cual, dicho sea de paso, hace ya tiempo que dejó de existir incluso en los países capitalistas que ya están en su derrumbe definitivo.

Los reformistas dan marcha atrás, van de Marx a Proudhon (uno de los padres del pensamiento anarquista y de su primera tendencia económica, el mutualismo) y demás precursores del anarcosindicalismo. Miran al pasado, y no al futuro. Es lógico pues, que cada paso adelante en el desarrollo de la gran producción socialista, les eche por tierra todos sus argumentos.

Los intentos de aplicar los dogmas anarcosindicalistas a la vida económica se derivan de la incomprensión de la superioridad que ofrece la forma estatal de propiedad socialista, de la incapacidad para sacar provecho de tal superioridad. La propiedad social de todo el pueblo no entorpece en modo alguno la función creadora de las distintas colectividades de producción en las empresas. Ocurre lo contrario: la fecunda labor de esas colectividades puede desarrollarse verdaderamente sólo dentro del marco de un organismo económico bien estructurado en el que todas sus partes marchen al unísono.

Otra consideración de capital importancia es que la forma estatal de propiedad social mueve a los hombres y mujeres a guiarse por los intereses generales de todo el pueblo; de toda la nación, y no por intereses individuales o grupales. Eleva por tanto, la conciencia de los productores a un plano nacional y les obliga a preocuparse no ya de los problemas de su empresa solamente, sino de las cuestiones que afectan a todo el pueblo.

Por esto calificó Lenin la forma estatal de propiedad como consecuentemente socialista; es decir, “como la forma más perfecta de la propiedad socialista, en la que toma cuerpo el nivel superior de la socialización de la producción”.


LA PROPIEDAD COOPERATIVA

Dentro del socialismo los marxistas-leninistas admiten también, como forma perfectamente legítima, la propiedad cooperativa, es decir, de grupos asociados; y la desarrollan y estimulan por todos los medios. Piensan, eso sí, que la presencia de la cooperación no equivale a la existencia del Socialismo.

Así podían creerlo los socialistas utópicos del pasado siglo, que se imaginaban poder llegar al socialismo mediante la simple creación de cooperativas. No comprendían entonces que la cooperación no determina aún el modo de producción. Ocurre a la inversa, que el propio carácter de la cooperación viene impuesto por el modo de producción predominante en el momento de su existencia como tal.

Bajo el capitalismo, y así lo acredita la experiencia; la cooperación de pequeños productores adquiere, en la mayoría de los casos un carácter burgués; todo es por el dinero, para acumular fortuna personal o de pequeños grupos asociados, y reproducen la explotación del personal contratado a la actividad que se dedique, sin pudor alguno.

En el Socialismo, cuando el poder está en manos de la clase obrera y los campesinos y cuando el sector estatal predomina en la economía, la cooperación adquiere un carácter Socialista.

La propiedad cooperativa aparece históricamente bajo el Socialismo como resultado de la vía específica por la que pasan a formas nuevas; colectivas de trabajo de los campesinos y las demás capas de la población antes relacionadas con la pequeña producción mercantil. La propiedad colectiva que nace de la unión en cooperativas de esos pequeños productores es precisamente la forma cooperativa de la propiedad Socialista. Es la propiedad de grupos de los campesinos (cooperativas agrícolas), cooperativas industriales de producción y otras semejantes; que se acoplan con la economía organizada y planificada de la nación.

En la mayoría de los países con la firme convicción de transitar hacia el Socialismo; la formación de cooperativas de producción en la agricultura comienza reuniendo simplemente los medios de producción pertenecientes a los campesinos: ganado, arados, aperos y algunas dependencias como silos o centros de acopio. Luego, la propiedad cooperativa se multiplica a merced del trabajo en común de los campesinos, con la ayuda de la industria estatal. Las cooperativas llegan a poseer así, máquinas modernas. Varias de ellas unifican sus esfuerzos y construyen centrales eléctricas, canales de riego, embalses, caminos, escuelas y hospitales, es decir, obras de significado desarrollo y crecimiento para todo el pueblo.

En estos supuestos, los fondos indivisibles de los campesinos, o sea la parte de los bienes de las cooperativas que no está sujeta a reparto entre sus miembros, se hace 21 veces mayor para la acción social de sus comunidades aledañas. Una parte muy importante de esos fondos lo constituyen modernas máquinas agrícolas, tractores, camiones y otros complejos elementos técnicos de la cadena productiva.

La propiedad cooperativa es una forma menos madura de propiedad Socialista que la estatal. Los medios de producción y la producción misma no pertenecen a la sociedad en su conjunto, sino a un grupo de la misma. Entre una y otra, sin embargo, dentro del Socialismo no hay diferencias sustanciales. Ambas excluyen la explotación del hombre por el hombre y presuponen el trabajo colectivo en interés de la sociedad. La propiedad cooperativa, lo mismo que la estatal, abre grandes posibilidades para el incremento constante de la producción Socialista y para la elevación del nivel de vida de los trabajadores.

Además, la forma cooperativa de producción en el Socialismo no es algo petrificado e inestable. En su desarrollo va pasando por diversos escalones, ascendiendo de las formas inferiores a las superiores. El volumen de la producción crece sin cesar como consecuencia de la fusión de varias cooperativas en una, de la renovación de sus recursos técnicos y de la formación de empresas intercooperativas. Así gradualmente, por el nivel de socialización y el carácter del trabajo, como también por las formas de organización del mismo y los instrumentos que se emplean, las cooperativas se van acercando a las empresas estatales, que pertenecen a todo el pueblo.

La forma cooperativa de propiedad puede desarrollarse y robustecerse sólo porque junto a ella existe la propiedad social estatal. El Estado Socialista hace cuanto está a su alcance para elevar al nivel de esta última la propiedad cooperativa, con objeto de brindar a los campesinos y otras capas de la población organizadas de tal forma, con posibilidades aún mayores en cuanto a la ampliación y el perfeccionamiento de la producción y para mejorar su nivel de vida.


FIN FUNDAMENTAL DE LA PRODUCCIÓN SOCIALISTA

El fin fundamental de la producción capitalista es la ganancia. La producción de por sí, cualquiera que ésta sea, interesa poco al capitalista. Todavía le interesa menos si en la sociedad se ven o no satisfechas las necesidades de todos sus miembros. Lo que en realidad le preocupa es cómo convertir la producción de cualquier mercancía en fuente de ganancias para la plusvalía.

Cuando los medios de producción pasan a ser propiedad social, las razones y fines de la producción cambian por completo. Dentro del Socialismo los medios de producción pertenecen a los trabajadores, a la sociedad, y está claro que los trabajadores no pueden someterse a sí mismos a explotación. No hay, pues, tampoco lo que es consecuencia de la explotación, la plusvalía. Ahora, según indicaba Lenin, "el producto complementario no va a parar a la clase de los propietarios, sino a todos los trabajadores y sólo a ellos".

Todo el producto social que anualmente se produce en la sociedad socialista pertenece a quien es dueño de los medios de producción, a la sociedad, es decir, a los trabajadores tomados como un cuerpo único de productores. Más adelante se demostrará que este producto anual no puede tener otro empleo que el de satisfacer (directa o indirectamente) las necesidades de los propios trabajadores.

Los trabajadores que tomaron el poder y que han organizado la producción social, no pueden marcarse otro objetivo que el de satisfacer sus necesidades sociales y personales. Ahora no hay ya nadie entre el productor y el resultado de su trabajo: ni el capitalista, ni el terrateniente, ni el comerciante, ni el usurero. Todo cuanto sale de las empresas de producción social pertenece a los propios productores: tal es la esencia del nuevo modo de producción y distribución. Se comprende, pues, que los trabajadores traten de aumentar sin cesar la producción de bienes materiales, puesto que son ellos mismos los que se benefician de los frutos de su trabajo.

Así, pues, el fin de la producción socialista se desprende de su misma esencia. Lenin lo definía como "organización planificada del proceso de producción social para asegurar el bienestar y el desarrollo completo de todos los miembros de la sociedad", o como el mismo Simón Bolívar lo proclamaba: “Satisfacer al pueblo con la mayor suma de bienestar y estabilidad social posible y la mayor suma de felicidad posible”.

Hemos de tener presente que las necesidades humanas no permanecen estancadas siempre a un mismo nivel. No pueden por menos de cambiar, puesto que al incrementarse la riqueza social y la cultura, crecen las demandas materiales y espirituales de los hombres y mujeres; y aparecen nuevas necesidades. La tarea de la sociedad bajo el socialismo consiste precisamente en asegurar una satisfacción cada vez más completa a las necesidades materiales y culturales, en constante aumento, de todos sus miembros.

La satisfacción cada vez más completa de las necesidades como fin de la producción socialista tiene un carácter necesario, o sea, es una ley. Con otras palabras,”las leyes de la misma producción basada en la propiedad social dictan objetivamente ese fin a la sociedad socialista. La producción perdería su principal estímulo de desarrollo si no se hallase subordinada a la satisfacción de las crecientes necesidades materiales y culturales de los trabajadores.

Por eso, la ampliación de la producción tiene, para el Estado Socialista, como fin fundamental, la elevación constante del bienestar del pueblo. Este fin no es otra cosa sino la expresión consciente de una ley económica objetiva propia de la producción Socialista. En las obras de Marx de economía se le da el nombre de “Ley Económica Fundamental del Socialismo” y se formula así: “Constante ampliación y perfeccionamiento de la producción, sobre la base de una técnica avanzada, con objeto de satisfacer de la manera más completa las necesidades, siempre en aumento, de todos los miembros de la sociedad”.

La acción de esta ley encuentra expresión fehaciente en el continuo auge del bienestar de los trabajadores del Estado Socialista. Los ingresos reales de los obreros y empleados se habrían duplicado, mientras que los ingresos reales de los campesinos, por individuo activo, son más del doble. La historia ha hecho que los primeros países socialistas en entrar en emulación con el capitalismo no figurasen, en la mayoría de los casos, entre los más avanzados económicamente. Para vencer en esta emulación se requiere de ellos un elevado ritmo de incremento de la producción; han de poner gran tensión en el trabajo y superar numerosas dificultades relacionadas con su anterior atraso. Un elevado ritmo es imposible de conseguir si no se equipa a todos los sectores de la producción de elementos técnicos perfeccionados, y esto, a su vez, requiere un elevado ritmo de acumulación de reservas financieras, es decir, destinar una gran parte de la renta nacional a la ampliación de la producción y la capacitación y cultura de los trabajadores.

El volumen del fondo de consumo se ve hasta ahora limitado también por la circunstancia de que los Estados Progresistas se ven obligados a invertir recursos considerables en su defensa, porque el capitalismo y su nueva artillería mediática de sus medios de comunicación; han emprendido nuevos y sofisticados ataques para derrumbar los procesos Revolucionarios que se han dado últimamente, amenazándolos constantemente y minando sus bases. Si no fuese por todo esto, el fondo de consumo podría crecer ya ahora extraordinariamente. Sin embargo, la potencia económica y defensiva de los países progresistas ha alcanzado actualmente tal nivel, que los países que lo integran en el ALBA, PETROCARIBE o UNASUR; están en condiciones de destinar recursos cada vez mayores al fondo de consumo social y mejorar así la vida de las masas populares. El alto ritmo de desarrollo de la industria pesada y los gastos de defensa son ahora perfectamente compatibles con el rápido incremento de la industria ligera y con un ascenso vertical de la agricultura con ayuda de las nuevas Leyes de tierras.

Esto ha permitido a Venezuela y otras democracias populares plantearse con la seguridad de que será cumplida la tarea de alcanzar en un brevísimo plazo histórico un nivel tal de producción y consumo popular, que por todos sus índices supere a cuanto existe en los países capitalistas más desarrollados.

El establecimiento de la propiedad social significa qué cesa la acción de las leyes de la economía capitalista. La nueva forma de propiedad, como decíamos antes, engendra sus propias leyes objetivas, entre las que un lugar de primer orden corresponde a la ley del desarrollo regular, planificado de la economía nacional.

La economía nacional es bajo el Socialismo un organismo completo dirigido por una voluntad única nacional. En estas condiciones, lo primero que la economía reclama es que se asegure la armonía, el acoplamiento, el máximo "ajuste" entre sí de todas las partes del mecanismo de producción social del país. Esto queda expresado en el Proyecto del Plan Nacional “Simón Bolívar 2007 – 2013.

¿Qué significa esta propuesta? Significa que para el funcionamiento normal de la economía Socialista se necesitan determinadas proporciones entre sus distintos sectores. Significa también que estas proporciones pueden y deben ser establecidas y mantenidas de manera regular, es decir, como resultado de acciones meditadas del Estado Revolucionario Socialista y de sus órganos de planificación.

El carácter objetivo del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación “Simón Bolívar” 2007 - 2013, es el desarrollo regular y proporcional que viene dado por la circunstancia de que dichas proporciones no pueden ser establecidas en la economía nacional arbitrariamente, por el capricho o el deseo de nadie, sino que se subordinan a determinados principios; porque el incumplimiento de alguna de sus partes, produciría inevitablemente un desajuste del proceso de las cadenas de producción social. A eso se refería ya Marx al indicar que "la necesidad de la división del trabajo social en determinadas proporciones no puede ser destruida en modo alguno por una determinada forma de la producción social; únicamente puede cambiar la forma en que se manifiesta. Las leyes de la naturaleza no pueden ser abolidas."

Quiere decirse que la sociedad socialista no puede cambiar por arte de magia la relación entre la producción y el consumo, entre la acumulación y el consumo, sin tener presente la situación real de la economía y los recursos de que se dispone. Imaginémonos por un momento que la sociedad o sus órganos estatales, guiándose por los mejores deseos, quisieran elevar verticalmente el consumo sin preocuparse antes de aumentar debidamente la producción.

¿Qué sucedería? Que las reservas de mercancías se agotarían rápidamente. Lo mismo ocurriría si se quebrantara arbitrariamente la correspondencia entre el consumo y la acumulación de medios destinados a la ampliación de la producción. La reducción de las acumulaciones traería inevitablemente consigo una disminución en la marcha, y luego la detención del desarrollo económico; el capital fijo sería consumido rápidamente y vendría el colapso y la desorganización de toda la vida económica. Y si el ritmo de acumulación es excesivo, los productores pueden perder el interés material y, en fin de cuentas, se originará un descenso de la productividad del trabajo. No queda impune tampoco la trasgresión de las proporciones entre el salario y el nivel de productividad del trabajo, entre el conjunto de los ingresos monetarios de la población y el volumen de la circulación de mercancías, etc.

Además de los que he mencionado, existen otros muchos sectores de la producción y la distribución cuyo normal funcionamiento es imposible si no se observan determinadas proporciones. Así, es necesario guardar las proporciones entre las ramas fundamentales de la economía nacional, tales como la industria, la agricultura y los transportes. El retraso de cualquiera de estos elementos amenaza con incalculables dificultades.

Determinada correspondencia exige el desarrollo de la industria pesada, ligera, extractiva y transformativa. Prenda del progreso de todos los sectores de la economía es el desarrollo preferente de la industria pesada como VENALUN, CVG, PDVSA, PEQUIVEN, etc.

De la misma manera, la ampliación de la base de materias primas y de producción de energía ha de preceder al desarrollo de los sectores transformativos de la industria, creando las necesarias reservas energéticas para asegurar su crecimiento.

Es imposible también conseguir un funcionamiento normal en la economía cuando no se asegura la relación correcta entre las necesidades de la economía nacional con personal capacitado y las proporciones en que éste es instruido dentro del país; tanto ideológicamente cono técnica; pues sin un trabajador consciente de su rol en la sociedad Socialista, es imposible poner andar una empresa recuperada para la Revolución Socialista. La proporcionalidad se requiere asimismo en cuanto a la instalación de las empresas por regiones económicas, a la división del trabajo y a la especialización y cooperación entre las empresas. Por lo tanto, existe un amplio círculo de proporciones económicas cuyo mantenimiento y contraloría social constante es una tarea fundamental de toda la sociedad y del Gobierno de la Revolución Bolivariana Socialista.

Podría debatirse que cualquier régimen económico, sin exceptuar el capitalismo, exige cierta proporcionalidad en el desarrollo de la producción. Efectivamente es así. Pero bajo el capitalismo las necesarias correspondencias económicas se establecen elementalmente, con dolorosas fluctuaciones y desproporciones, a través de crisis y colapsos como las que hoy vemos. La circunstancia de que los monopolios dificultan el paso del capital de un sector a otro, complica aún más la situación. A la proporcionalidad exigida por las leyes objetivas de la economía, el capitalismo va a ciegas, entre tropezones y caídas, con lo que sufre pérdidas enormes.

El volumen de estas pérdidas, tanto materiales como humanas, podemos apreciarlo por los datos expuestos por los medios de comunicación norteamericanos y del mundo. Durante los últimos cinco años, a consecuencia de la burbuja hipotecaria, la quiebra de los más grandes bancos del país, de la corrupción descarada de magnates financieros, del despido en masa de los trabajadores de las grandes empresas y de la utilización incompleta del potencial de producción de los Estados Unidos y Europa; los pueblos han perdido para siempre en el producto global del país en millones de dólares.

No podía ocurrir de otro modo bajo un régimen de explotación en el que imperan la anarquía de la producción, la competencia, la corrupción, el alto consumo de productos suntuarios promovidos por grandes campañas publicitarias en los medios de comunicación como “modelo a seguir” del capitalismo, y la dilapidación del trabajo social en ONG’s y otros organismos burocráticos de pequeños grupos de la “Sociedad Civil”; es el resultado de hoy.

Otra cosa distinta es bajo el Socialismo Bolivariano, donde entra en vigor el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación “Simón Bolívar” 2007 – 2013 del desarrollo regular y planificado, cuando; según palabras de Engels y del propio Presidente Chávez, "se hace posible la producción social según un plan nacional económico y social preconcebido".

Por vez primera en la historia, disponemos de todo lo necesario para conseguir el acoplamiento máximo del proceso de producción social y regularlo racionalmente. El hecho de que bajo el Socialismo todos los medios de producción son propiedad social y de que la marcha de la producción es planificada y orientada desde un centro único, crea posibilidades inusitadas para lograr economías máximas en la inversión de materiales y trabajo, para alcanzar una elevada productividad del trabajo social.

El conocimiento y la puesta en marcha del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación “Simón Bolívar” 2007 – 2013, significa para la sociedad Socialista Revolucionaria Bolivariana formidables ventajas. Esto se refiere lo mismo a la economía nacional en su conjunto que a cada uno de sus elementos a cualquier fábrica, asentamiento campesino o industria transformadora.

El funcionamiento normal de cada empresa es condición para la buena marcha de toda la máquina económica de la Revolución Bolivariana. Por eso es tan importante el papel de cada trabajador de la economía socialista, en cualquiera que sea el puesto que ocupe, que conozca, entienda y divulgue su contenido y propósito histórico.

Esto es tanto más significativo si consideramos que el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación “Simón Bolívar” 2007 - 2013, según decíamos anteriormente, no aparece automáticamente de una manera elemental y necesaria. En la Economía Planificada Socialista no hay ni puede haber una distribución arbitraria de la mano de obra y de los capitales entre los distintos sectores. Esto lo realiza el Estado sopesándolo todo y de conformidad con el fin fundamental que en el Socialismo tiene de la producción. Más ello impone una espJustificar a ambos ladosecial responsabilidad a los órganos estatales encargados de la planificación y dirección del desarrollo de la economía nacional en corresponsabilidad con todo el pueblo.

Por: Macheteando / www.revoluciónaldía.org

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