sábado, 15 de agosto de 2009

Segunda Cita

"Cuba no sólo es lo que ha elegido,
también lo que ha podido"


POR BRUNO BIMBI

De chico quería ser astrónomo o astronauta, pero sus canciones lo llevaron a ser el músico más identificado en el mundo con la Revolución Cubana. En 1978, Silvio Rodríguez viajó por primera vez a Estados Unidos para actuar junto al músico Pete Seeger. Este 5 de mayo, Seeger cumplía los 90 y el trovador cubano estaba invitado a participar de la celebración, pero el gobierno de Estados Unidos no le concedió la visa y no pudo viajar. Mientras termina de grabar su nuevo disco, el músico aceptó dialogar sobre este y otros temas con Crítica de la Argentina.

¿Qué sucedió?

Fui invitado por la familia de Pete Seeger a un homenaje por sus 90 años. Pedimos una visa especial que Estados Unidos da para eventos culturales, pero no llegó nunca.

Si en vez de pedir la visa, se lanzaba al mar en una balsa, ¿lo dejaban entrar?

No solo me hubieran dejado entrar: me hubieran exhibido como trofeo.

¿Cómo funciona el sistema migratorio norteamericano para los cubanos?

Según la “Ley de ajuste cubano”, los emigrantes ilegales cubanos que son interceptados en el mar, son devueltos a Cuba, pero los que logran pisar tierra, adquieren el derecho a la residencia. Somos el único país al que se le aplica esta ley. Es un concurso macabro que le ha costado la vida a mucha gente.

¿Y a los cubanos que quieren salir de Cuba, los dejan?

Para salir o entrar, hace falta un permiso especial del gobierno. Es una medida que se tomó a principios de la revolución, como control de fronteras. En mi criterio es obsoleta, daña mucho a Cuba políticamente y debería ser eliminada.

¿Por qué Hilda Molina no puede viajar a Buenos Aires?

No lo sé, pero si fuera por mí, hace mucho que estaría donde desea.

Obama ha hablado de un diálogo con Cuba, ¿cree que es posible?

Sé de la disposición de diálogo del gobierno cubano y de las manifestaciones presuntamente conciliatorias de Obama. Si hubiera un diálogo, debería ser respetuoso y en condiciones de igualdad. Cuba es un símbolo de dignidad y América Latina le está haciendo ver a los Estados Unidos su inconformidad con el bloqueo.

¿Cuáles son las consecuencias del bloqueo?

El estrangulamiento del comercio y de la economía, la pérdida de miles de millones de dólares, no poder hacer transacciones con bancos que tengan relaciones con Estados Unidos. Nos niegan los créditos y el acceso a la tecnología de punta. No podemos comprar equipos médicos, computadoras y ni siquiera micrófonos. Nos borraron hasta de los mapas de las líneas aéreas. Toda esta hostilidad lleva medio siglo y todavía dicen que lo hacen para ayudar al pueblo cubano.

Si Obama levantara el bloqueo, ¿qué pasaría?

Cuba no sólo es lo que ha elegido; también lo que ha podido, con la enemistad de un poder exterior grande y cercano. Pero hay un punto en el que acordamos: Cuba debe cambiar, evolucionar. Lo dice la dirección de la Revolución, lo dice Obama, lo dice el pueblo revolucionario y también la oposición. Yo creo que lo único que provocará ese cambio con rapidez es el levantamiento incondicional del bloqueo. Y lo que ocurra será lo que merecemos los cubanos por ser como somos y no porque nos lo imponen de afuera.

Estados Unidos habla de “democratizar” a Cuba. Si se permitieran otros partidos políticos, ¿sería más democrática?

Democracia es el gobierno del pueblo, pero el pluripartidismo no garantiza per se que los pueblos se gobiernen. Sobran ejemplos de países con varios partidos que ninguno defiende las razones populares: mandan los políticos comprometidos con las oligarquías. ¿Cómo se identifica a la democracia con la defensa de los intereses de los ricos? Haciéndoles creer a los pobres que un día van ser ricos. Más que partidos, hace falta más voluntad de hacer justicia.

En Cuba, vi entre la gente joven más oposición y reclamos, mientras que los mayores parecían estar mucho más identificadas con la Revolución. ¿Es así?

El trastoque de llamar a la izquierda reaccionaria y a la derecha progresista empezó en el sindicato Solidaridad y la Perestroika; el derrumbe del muro de Berlín lo canonizó. Es lo que el consorcio ideológico capitalista escupe vía satélite y occidente mitifica como “políticamente correcto”. Los movimientos de liberación ahora son “terroristas” y los que derribaron un avión comercial son “combatientes anticastristas”. A los jóvenes les ha tocado una época en que algunos principios fueron cambiados de bando. Los vencedores renombran el mundo a través de sus medios. Hay muchos jóvenes cubanos que creen en los fundamentos revolucionarios y saben que el socialismo es más justo. Sin embargo, el mundo de hoy es diferente al de esos jóvenes que emprendieron la revolución. Por ejemplo, hablemos de Internet. No se puede decir que sea mala porque haya páginas en contra del gobierno. De otros socialismos aprendimos que el autoaislamiento es un falso remedio destinado al fracaso. Por desigual que sea, Cuba debe asumir el desafío de la confrontación. Que la gente alquile señales de satélite y vea los canales que entren. Enfrentar eso con realismo nos puede preparar para cuando no exista el bloqueo. Si seguimos una política acertada para el acceso a la información, los jóvenes se sentirán orgullosos de su país.

Un ex novio cubano que vive en Buenos Aires me decía que reconocía los logros sociales pero lo sofocaba el discurso único: “Pongo la televisión y está Fidel. Y en la radio, ¡basta de Silvio Rodríguez!”. ¿Qué le respondería?

Que sus palabras las provocó una Cuba pasada. Hace tiempo que Fidel sólo se pronuncia por sus escritos. En los 80, algunos decían: “Silvio primero estuvo prohibido y ahora es obligatorio”. Pero hoy me ponen poco. No me quejo, prefiero estar prohibido, que te quieren más.

En el centro de La Habana vi una gigantografía con la cifra de niños que mueren cada año en el mundo por desnutrición, y decía: “ninguno de ellos es cubano”. ¿Cree que los más jóvenes saben que afuera las cosas son diferentes?

José Ingenieros escribió hace un siglo: “Joven es el que no tiene complicidad con el pasado”. Es natural que los jóvenes exijan a partir de lo que tienen. Y es un deber de la sociedad contarles a las nuevas generaciones la historia y decirles cómo es el resto del mundo.

Usted empezó a militar con apenas 14 o 15 años, en las milicias, las campañas de alfabetización... ¿Cómo fue esa experiencia?

Hacerme hombre en las circunstancias extraordinarias de la Revolución fue una gran oportunidad para tener una juventud interesante. ¿Dónde más podía ser parte de una generación que postergó sus estudios para alfabetizar? El tiempo que pasé con los pescadores de la Flota Cubana de Pesca y las dos veces que fui a Angola durante la guerra fueron también experiencias muy especiales.

Usted es identificado en el mundo como el músico de la revolución. ¿No es una carga, a veces?

Es una carga si me asalta la vanidad y me dejo picar por el bicho pequeñoburgués de creerme más allá de todo. Pero la mayoría de las veces no y, aunque me duela, asumo que mi Karma es la interrogación política. El trovador que he sido siente celos del entrevistado que seré y quizá por eso compongo menos.

¿Cómo conoció a Fidel?

Oí hablar de él por primera vez en 1953, cuando asaltó el cuartel Moncada al frente de otros jóvenes. Lo conocí en 1984, después del primer viaje que hicimos a la Argentina.

¿Y cómo es, más allá del personaje?

Es un hombre muy cordial, aunque a mí siempre me impresionó. Por eso he sido parco en su presencia. La última vez que lo vi, me tocó la frente y dijo “Cuánto me gustaría saber lo que pasa por ahí dentro”. Semejante expresión no me soltó la lengua. Siempre lo he visto como la figura histórica que es y en las pocas ocasiones que estuvimos cerca, no he logrado obviar su trascendencia. Puede que por eso me lo haya perdido un tanto.

¿Cómo están la economía y los salarios en Cuba, luego del “período especial”?

Ha mejorado el transporte, los apagones casi no ocurren, hay más canales de televisión; pero los tres ciclones del año pasado nos hicieron mucho daño. Los salarios son bajos y no alcanzan, aunque al sueldo hay que sumarle la total gratuidad de la salud y la educación, y el casi regalo de la cultura, los libros, los deportes. A todas las familias se les entrega, a precios muy bajos, una parte de la canasta básica. Sin embargo, habría que revisar medidas que en su momento fueron buenas y hoy son insuficientes, teniendo en cuenta lo pobres que somos y lo limitados que estamos.

¿Cuál es el límite entre habilitar una mayor iniciativa privada y correr el riesgo de volver a una sociedad desigual e injusta?

Esa pregunta es para Dios. Algunos socialismos se pudrieron buscando justamente esa frontera. Yo creo que la perspectiva que no se puede perder es que el gobierno esté junto a los más necesitados.

Usted debe generar mucho dinero con sus canciones. ¿Cuánto es para usted y cuánto es para el Estado?

Yo empecé sin saber que podía ganar dinero en un concierto. El que mejor me pagaron, en los años de mayor auge, fue el de Chile, en 1990. Era una cantidad que no habíamos visto ni en sueños y con Chucho Valdés decidimos destinarla a la construcción de estudios de grabación, que hacían falta en Cuba. La música popular es un negocio sobredimensionado y puedes ganar mucho. Pero hace años que apenas hago giras comerciales y hace tres que no saco un disco. Nunca recibí grandes liquidaciones.

¿Cuándo se dio cuenta que la música y la poesía iban a ser su vida?

En mi adolescencia me interesaba ser dibujante de historietas, pero mis amigos y mi familia me hicieron ver que lo que componía podía interesar. Un día, cuando estaba por salir del servicio militar, conocí a Mario Romeu, un gran músico cubano que me llevó a la televisión.

¿Recuerda cuáles fueron su primera canción y su primera guitarra?

Mi primera canción fue a capela y se llamaba El rock de los fantasmas. La primera guitarra que tuve entre manos fue la de Lázaro Fundora, un compañero de trabajo, cuando yo tenía 15.

¿Qué músicos lo influenciaron más?

Por mi familia materna, cantadora de la trova tradicional, escuché desde la cuna a Sindo Garay, Manuel Corona y Miguel Matamoros. En los 50, Elvis Presley sonó mucho en La Habana, aunque me gustaban más las baladas de Johnny Mathis. De mi adolescencia recuerdo al grupo Los Astros de Raúl Gómez, El cuarteto de Meme Solís, Danny Puga, Luisito Bravo. Desde Argentina, Los cinco Latinos, y de Europa, Charles Aznavour. Pero creo que lo que más me ha influenciado es la música clásica. Desde niño, es lo que más escucho.

¿Por qué se define como trovador, y no músico o cantante?

Trova es la música cantada que primero me llegó, hecha por los autores más afines a la manera de entender la canción que yo tuve, que no descuidaba lo literario. También preferí llamarme así por una razón de clase: en los 60, los trovadores eran los músicos más devotos y peor pagados.

Cuarenta años después de la Nueva Trova, ¿hay una “nueva” trova joven en Cuba?

Cada vez que averiguo, descubro gente nueva y valiosa. El Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, de la Habana Vieja, les ha dado un patio donde cantar y ha grabado sus conciertos. Su colección de discos “A Guitarra Limpia” es un documento imprescindible para saber cómo piensa y canta la trova cubana de hoy.

¿Le gusta Celia Cruz?

No hay cubano con sentido del oído que no la haya escuchado con admiración.

Usted le escribió varias canciones al Che. ¿Cuál le gusta más?

La primera que le hice: La era está pariendo un corazón.

En El reino de todavía, canta “nadie sabe qué cosa es el comunismo”. ¿Qué es el comunismo?

Yo creo que el comunismo es el deseo de construir un mundo mejor para las mayorías que han llevado el peso de las sociedades. Supongo que una vez conseguido el paraíso habrá que rehacerlo, porque ―por lo circunstancial de nuestras acciones o la inconformidad de la naturaleza humana― la vida suele tirar hacia delante.

¿Está grabando otro disco?

Sí, se llama Segunda cita. Lo concebí para trío acústico. Por eso participan tres magníficos jazzistas: Roberto Carcassés en el piano, Feliciano Arango en el contrabajo y Oliver Valdés en la batería. Niurka González, aporta flauta y clarinete. También invitamos a algunos metales y el tema titular lleva cuerdas. Hay una Carta a Violeta Parra, una canción inspirada en un cuento que me hizo García Márquez y otra dedicada a Charles Lloyd. En esta última toca el saxofón José Carlos Acosta, que hace un solo breve pero impresionante. Varios textos tienen que ver con las inquietudes de la Cuba actual. En principio incluí una canción basada en un bello poema de Víctor Heredia, pero ahora me lo estoy guardando para un trabajo futuro con otros autores.

Al principio de la Revolución, hubo persecuciones contra los homosexuales. ¿Por qué fue posible aquello mientras se proponía, justamente, acabar con la opresión?

Por ignorancia, machismo, prejuicios heredados. Es más fácil cambiar un sistema político que una cultura ancestral. Tiene que ocurrir mucha educación humanística y sucederse generaciones para que tanta mugre incrustada se diluya. Con el asunto racial sucede parecido.

¿Qué opina usted sobre la propuesta de Mariela Castro de legalizar el matrimonio gay en Cuba?

Me parece correcta. Hace justicia.

Usted que ha dedicado tantas canciones a tantas causas justas, ¿escribiría una para los gays y lesbianas que luchan contra la discriminación?

Quizá algún día lo consiga. Escribí dos canciones sobre la homosexualidad, pero no quedé conforme con ninguna. También compuse El sol no da de beber, que aunque no tuvo esa motivación ha sido interpretada por ahí. Sabiendo eso, en ocasiones la he presentado con ambigüedad. Creo que no la traiciono, porque la provocó un amor que, como el de algunos homosexuales, tenía que esconderse para sentirse realizado

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