La revolución lleva por dentro una ilusión, la de una patria que esperaba un destino de luces, mejor en su esencia y esplendor. Canallas aquellos que en nombre de ella, vilmente se han enriquecido, cercenando de raíz su esperanza de brillar y rellenando sus carteras con los ideales que se forjaron alrededor de años de lucha de los pueblos y de miles de héroes que dedicaron su vida para mantenerlos y defenderlos.
La revolución lleva por dentro una madre que esperaba una vida mejor para sus hijos, con educación y con salud, con un futuro digno de construir a través de un presente lleno de los ecos de una juventud luchadora, única en su clase y ejemplo. Miserables aquellos que burlaron sus esperanzas cambiándolos por servidumbre y mansedumbre tejidas con los hilos del conformismo de quienes no tienen nada mejor que hacer que obedecer.
La revolución lleva por dentro un amor no compartido que solitario y sin piedad buscó refugio en la desolación con sabor a tristeza. Se fue la adoración en busca de otros destinos, cansada de esperar lo que nunca llego. Desgraciados aquellos que jugaron con ese amor y lo transmutaron en decepción, no volverán a encontrar los capullos y las rosas como aquellas ni colores que inviten a tener sueños claros y eternos.
La revolución lleva por dentro una patria, no era un hombre, no tenia nombre, ni color que la representara. Canallas, miserables y desgraciados aquellos que hablaron de patria grande y patria buena con los bolsillos llenos, invitando al pobre a hacer sacrificios en su nombre, para de esta manera satisfacer sus vanales deseos de poder y riqueza. No serán perdonados ni olvidados porque está revolución sobrevive como la ilusión de una madre y como el amor por la patria y sus hombres.