jueves, 18 de marzo de 2021

Una mirada a los escenarios del futuro vistos desde 1998

En 1998 Canelón y González publicaron un artículo denominado El modelo político puntofijista, desarrollo, agotamiento y perspectiva,  23 años después podemos revisar las conclusiones y compararlas con el escenario actual: 

"Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, ¿Cuál es el futuro del sistema político venezolano? Por mucho que pueda intentarse extrapolar las tendencias estudiadas, es obvio que toda respuesta a esta pregunta tiene que tener algo de especulación. El estado del arte en las ciencia sociales en la actualidad, no da para mucho. En todo caso, podemos arriesgarnos a aventurar al menos tres escenarios:

En el primer escenario, se produciría un proceso de cambios graduales, pero más o menos concertados, dirigidos a echar las bases de un nuevo sistema político y de un nuevo modelo de desarrollo, que suplantarían definitivamente al esquema puntofijista. La implantación de estos cambios se haría enfrentando el fuerte antagonismo de las élites tradicionales que aún manejan buena parte de los hilos del poder. Esto producirá fuertes conflictos, que sin embargo se solucionan dentro de un esquema democrático, en el cual nuevos actores se unirían con sectores disidentes de las élites tradicionales para no producir grandes traumas, llegando incluso a realizar concesiones en algunos puntos. El nuevo proyecto estratégico a desarrollar se caracterizaría por el establecimiento de una democracia liberal más participativa, la profundización de la reforma del Estado y de la descentralización, y por el desarrollo de un sistema económico más abierto y competitivo, aunque con un importante contenido social.

El segundo escenario, se caracterizaría por el triunfo de una alternativa anti-sistema, conformada por actores emergentes, críticos del status quo, que le darían al proceso de cambios un carácter radical y veloz. Esto produciría un conflicto de tipo antagónico entre estos nuevos actores y las élites tradicionales, razón por la cual prácticamente no habría espacio para soluciones de compromiso. En este caso el proyecto estratégico tendría un carácter democrático-popular, y con acentuados rasgos autoritarios y nacionalistas.

En lo que respecta al sistema político se produciría la sustitución parcial o total de las instituciones liberales típicas, por otras que posiblemente tengan un carácter corporativo, a través de la cual se daría pie a la participación directa de los nuevos actores sociales en la gestión pública. La descentralización se profundizaría, pero bajo nuevos esquemas, a través de los cuales se establecerían ciertos controles a los gobernantes locales y regionales. En cuanto al modelo de desarrollo, podría decirse que se caracterizaría no por cerrarse totalmente a las políticas de apertura y reforma económica, sino por aceptarlas, pero de manera selectiva y discriminada, haciendo más lenta la integración del país al proceso de globalización.

El tercer escenario, se definiría por el triunfo de la opción conservadora, que procuraría extender en el tiempo la vigencia del pacto de Punto Fijo, tratando de adaptarlo a las nuevas circunstancias políticas, sociales y económicas del país. Para lograr esto tendría que producirse un reagrupamiento de las élites tradicionales, pero éstas tendrían que apoyarse en un liderazgo carismático que les diera suficiente legitimidad, si tomamos en cuenta que el panorama está signado por el continuo aislamiento de aquéllas del sentimiento mayoritario de la población.

De todas formas, en el aspecto político se continuaría con la descentralización y se llevarían adelante varias reformas puntuales –todas dentro del esquema de un proyecto democrático liberal poco participativo– que, sin ser fundamentales, serían de cierta profundidad, para satisfacer, de manera limitada, las demandas de los nuevos actores sociales y políticos, y darle mayor legitimidad al agotado esquema puntofijista. En cuanto al modelo de desarrollo, se apoyaría sin mayores inconvenientes continuar las políticas de apertura y reforma económica, dándole incluso una mayor velocidad de la que podría sospecharse.

En esta opción se produciría, eventualmente, el desmantelamiento de las fuerzas del cambio (que ya empezó, de alguna manera, con el segundo gobierno de Caldera), y el gran peligro es que se caiga en un período de deterioro social e institucional progresivo, y que el desprestigio de las élites tradicionales prepare nuevamente el terreno para la reaparición de fuerzas políticas que propugnen una ruptura violenta del orden institucional".

“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla

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